En su viaje por Brasil, Chile y El Salvador, Barack Obama habló de la importancia de la región y enfatizó los temas de seguridad regional, lucha contra la pobreza y migraciones, sólo hizo anuncios sobre el fortalecimiento del intercambio estudiantil, ofreció un fondo de 200 millones de dólares para la seguridad, reforma de los organismos de seguridad de Centroamérica, firmó un acuerdo con Chile para la construcción de una central de energía nuclear y aprovechó para atacar nuevamente a Cuba.
En Brasil quiso relanzar relaciones económicas que tienen el obvio interés de acceder a los nuevos recursos petroleros de ese país. Eludió responder a la aspiración brasileña de ocupar un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, tampoco le ofreció nuevas facilidades comerciales. Lula da Silva simbólicamente rechazó la invitación a una cena con Obama. Después de meses de una intensa preparación, la presidenta de Brasil, canceló la rueda de prensa conjunta y Obama canceló el discurso que tenía previsto pronunciar al aire libre en Río de Janeiro.
Obama no habló de construir unas nuevas relaciones con la región y no mostró el más mínimo arrepentimiento por el apoyo de su país a la dictadura de Pinochet, a la guerra civil en El Salvador e ignoró la necesidad de aceptar las nuevas realidades políticas de países que, como Venezuela, Bolivia y Ecuador, ensayan caminos de desarrollo diferentes. Todas las promesas realizadas por el en la Cumbre de las Américas en Trinidad en 2009 acerca de crear una nueva etapa de relaciones con la región, basada en la igualdad, quedaron en el vacío.
Mientras los levantamientos en el norte de África amenazan la hegemonía estadounidense y crean incertidumbre sobre el control de las más grandes reservas petroleras del mundo, la visita a tres países de Latinoamérica de Obama, tenía el propósito de fortalecer su política neoliberal y dar continuidad al intervencionismo militar. En forma descarada, ordenó el ataque a Libia desde Brasil y acortó su viaje a El Salvador para atender las dificultades que comienza a tener la coalición a los pocos días de desatada la agresión.
Miles de manifestantes realizaron marchas y concentraciones en los tres países que visitó, protestando contra las políticas del imperio y la agresión a Libia.
Al cumplirse 8 años del inicio de la guerra en Irak, su visita a Brasil, el Salvador y Chile buscó restaurar su influencia en una región en la cual se cuestiona crecientemente el papel de EE UU en el mundo. El mensaje que trajo es la profundización de un modelo de desarrollo basado en los enfoques de libre comercio, tratando de obtener aun más ventajas para sus multinacionales. La continuación del camino militarista con la adecuación de nuevas bases en Colombia, el apoyo a la militarización y a la represión en Honduras, la militarización de la lucha contra el narcotráfico en Guatemala, México y Colombia entre otros, la intención de desplegar numerosas tropas en Costa Rica y nuevas bases en Panamá se suman a la reactivación de la Cuarta Flota, los hostigamientos a Venezuela, Ecuador y Bolivia, así como al mantenimiento de la base de Guantánamo y el bloqueo a Cuba en contra de sus promesas de campaña. El intento de intromisión u enfrentamiento con los gobiernos que no le son favorables a sus intereses, son parte de las tropelías que el “Nobel de Paz” pretendía continuar y promover durante su visita.
La lucha por la autodeterminación de los pueblos y la dignidad de la región exige rechazar la presencia de Obama como agente de un imperio que conduce a la humanidad a la guerra. Las organizaciones sociales del continente se movilizaron para defender los triunfos alcanzados por los pueblos de la región y para promover la resistencia civil contra la militarización, las bases militares extranjeras y la criminalización de la protesta social.
Secretaría Alianza Social Continental
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